Este es un blog coral sobre Historia y todo lo que la rodea. Queremos difundir sus curiosidades y excelencias, todo aquello que nos llame la atención y que a otros les pueda ser desconocido. Si quieres participar, lee las bases.

dilluns, 29 de juny del 2009

De cómo los irlandeses salvaron la civilización


Hoy la cosa va de recomendar. Una de las primeras cosas que aprendí en la carrera es que los tópicos y la Historia se llevan demasiado bien, pero como es evidente, dejan bastante de lado la “verdad” y a veces hasta la lógica. Esto es algo que se aplica especialmente a la Edad Media: que si es oscura, que si olía mal (si, bueno, el barrio gótico de Barcelona hoy en día tampoco huele muy bien), que si eran unos catetos obsesionados con la religión, y un larguísimo etcétera que simplemente no me apetece contar ahora. Pero por suerte hay gente que se dedica a romper mitos, a hacerlo bien.

Todos tenemos un par de ideas sobre cómo y porqué cayó el Imperio Romano. También las tiene T. Cahill, cuyo libro “De cómo los irlandeses salvaron la civilización” nos lleva desde el declive de una sociedad de gordos hedonistas, hasta el control del cristianismo de base romana por parte de un puñado de bárbaros.


Sabemos que todo empezó el día de aquel año 406 en que el Rin se heló. Súbitamente, los bárbaros tenían una via de entrada al imperio fácilmente franqueable, y así empezó la lenta invasión a la que después se culparía de la caída del imperio. No es como si nunca hubieran entrado bárbaros en territorio romano, pues muchos ya llevaban años como federados en él. O como si el momento político que vivían los romanos no llevara años haciendo aguas. Tampoco es que, una vez tomada Roma por parte de Alarico en el 410, el mundo se sumiera en las tinieblas y el caos.

Unos años antes, en el 400, en la zona occidental más alejada del antiguo imperio, un joven de “orígen” romano es secuestrado por bárbaros y llevado a cuidar ovejas a Irlanda. La soledad que implica pastorear en un sitio del que tampoco sabía el idioma hizo al joven Patricio acercarse más al Dios cristiano. Tanto que, una vez librado de su cautiverio y devuelto a tierras inglesas, decidió volver a Irlanda en el 432 a convertir a los bárbaros. De esta manera empezó un proceso de alfabetización y cristianización en la isla (no sólo llevado a cabo por Patricio, si no por sus seguidores), que incluyó la fundación de numerosos monasterios. Estos a su vez fueron creciendo en su interés por los manuscritos de todo tipo, enviando a monjes a todas partes de Europa para copiar todos los ejemplares posibles. Muchos de estos manuscritos acabarían destruidos a partir del siglo VIII por los ataques vikingos a monasterios (los irlandeses, antaño violentos, se habían pacificado y arrejuntado en comunas, eran una presa fácil), pero aún así sobrevivieron una gran cantidad de ellos.


Más adelante, cuando la Europa continental hubiera olvidado casi completamente la herencia romana sobre la que yacían, serían estos monjes quienes se encargarían de “civilizarlos” de nuevo a base de la creación de grandes monasterios como el de San Gall, y la distribución y copia de los libros que habían atesorado.

“Dondequiera que fuesen los irlandeses llevaban consigo sus libros, muchos de ellos libros que en Europa no se veían desde hacía siglos… y los llevaban atados a sus cinturas como símbolos de victoria, igual que en otro tiempo sus héroes habían llevado a sus cinturas las cabezas de sus enemigos.”

Mucho más, y mucho mejor explicado, en:

CAHILL, Thomas, De cómo los irlandeses salvaron la civilización, Ed. Verticales de bolsillo, 2007, Barcelona.

dijous, 25 de juny del 2009

L'antropologia física

Vàngelis Villar

’antropologia física és la ciència que descriu i estudia poblacions del passat a partir de restes esquelètiques. Quins són els principis en què es basa?

L’os, com a teixit viu, es troba sotmès al canvi. La seva estructura, tot i que a primer cop d’ull pot semblar estrany degut a la seva solidesa, està en constant canvi: el teixit ossi es forma i es destrueix constantment per efecte de les cèl·lules que el composen; cèl·lules especialitzades en la formació i destrucció del material sòlid de què estan composats els ossos. Aquest canvi, però, està influenciat pels canvis a què l’individu està sotmès en l’ambient en què viu.

L’esquelet té funcions de sosteniment. A la seva superfície s’hi ancoren els tendons que sostenen els ossos. Aquest ancorament haurà de ser tan més rígid com major sigui la força a què està sotmès el múscul que s’hi sosté. I aquesta rigidesa s’aconsegueix augmentant la superfície de sosteniment en forma de crestes; ondulacions de la superfície.

Però a l’hora l’esquelet dels vertebrats no és únicament una estructura de sosteniment sinó que també té funcions de reservori de certs elements que componen la matèria sòlida dels ossos: elements com el calci o el potassi són ingerits per la dieta i emmagatzemats al nostre esquelet.

Finalment, alguns ossos tenen una tercera funció, la de protecció. El crani, per exemple, conté al seu interior un dels òrgans més importants que presenten els vertebrats: el crani. És un òrgan molt fràgil que cal protegir i per aquest fet es cobreix amb una dura coberta d’os.

Així doncs, les necessitats estructurals d’un vertebrat, així com les seves necessitats de determinats elements regirà el canvi a què està sotmesa l’estructura òssia.

L’os és un teixit sòlid de descomposició costosa. És per això que els elements ossis són els materials d’estudi més directe de les poblacions vives. Difícilment se’n conserven teixits tous –calen condicions ambientals molt específiques- però amb molta freqüència se’n conserven els teixits durs; els ossos. Tant és així que fins i tot en restes incinerades podem trobar restes òssies entre les cendres. I en les restes òssies trobades en els jaciments podrem considerar els canvis a què han estat sotmesos els ossos per qualsevol de les seves funcions.

Tant és així que podem especular sobre les condicions de vida d’aquell individu: les malalties que sovint afecten l’estructura òssia i els seus elements constitutius, les diverses morfologies de la superfície de l’os per efectes del creixement o per l’acció repetitiva d’una activitat concreta, l’evolució de la volta craniana en funció del creixement del volum encefàlic etcètera.

Veiem, doncs, que les funcions de l’esquelet, associades a la influència que reben de factors externs, ens poden aportar informació d’interès històric d’una població del passat.

dilluns, 22 de juny del 2009

Ciencia-No Ficción

Ricardo Triviño Sánchez

n 1914, H. G. Wells publicó su novela El mundo liberado (The world set free) donde vaticinaba que un físico descubriría la bomba atómica en 1933. Un año antes de la fecha anunciada, Leó Szilárd, un físico húngaro, leyó el libro y se sintió espoleado para superar el reto. El año anunciado por el escritor inglés, Szilárd daba con la idea de provocar una reacción nuclear en cadena, amplificando así la energía liberada por un solo átomo a billones.

Ante tal descubrimiento, Szilárd redactó una carta en la cual alertaba de que los nazis estaban trabajando en el desarrollo de armas nucleares que, a diferencia de lo que se había creído en un principio, sí eran viables. Después de convencer en agosto de 1939 a Albert Einstein para firmar dicha carta, ésta fue enviada al presidente Franklin D. Roosevelt. El presidente estadounidense promovió la investigación en torno a la energía nuclear, desarrollando el famoso proyecto Manhattan, de cuyo seno surgirían Little Boy y Fat Man, las dos bombas que el 6 y el 9 de agosto de 1945 caerían sobre Hiroshima y Nagasaki.

Albert Einstein y Leó Szilárd (1946)

Harry Guggenheim, Robert Goddard
y Charles Lindbergh (1935)

Un día después de caer la segunda bomba atómica, moría el científico Robert H. Goddard. Goddard había sido humillado en vida por su obsesión de querer volar al espacio exterior. Los cohetes eran imposibles, inalcanzables como se había creído que eran las armas nucleares. El New York Times arremetió crudamente contra él en su editorial del 12 de enero de 1920, tachándolo de no tener ni idea. El 17 de julio de 1969, cuarenta y nueve años más tarde y muerto ya el científico, el periódico rectificaba a través de un pequeño texto: el Apollo 11 había despegado con éxito el día anterior.

En vida, Goddard tuvo que soportar que su sueño fuera bautizado como la “locura de Goddard”. Sólo unas pocas personas le prestaron atención. Uno de ellos fue Charles Lindbergh, el primer piloto en cruzar el Atlántico en una avioneta, cuya amistad duraría hasta su muerte. El otro, desgraciadamente, fue Adolf Hitler. Los cohetes V-2, inspirados en los planos de Goddard, junto a los misiles V1, fueron utilizados en la guerra relámpago (Blitzkrieg) contra Londres, sembrando la muerte y la destrucción y dejando al país británico al borde de la rendición. Desgraciadamente para el führer, nada pudo hacerse contra el poder devastador que supondría un punto y aparte demoledor en la historia de la Humanidad.

Edición inglesa de El mundo liberado (1914)
y explosión atómica de Nagasaki (1945)

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Fuentes:

dimecres, 17 de juny del 2009

La Caiguda del Gran Imperi Galàctic

Teresa Moreno

Que la història ha sigut sempre font d’inspiració i reflexió pels escriptors de ciència ficció no sorprèn a ningú. Analitzem avui una de les millors obres de CF de tots els temps, la Fundació d’Isaac Asimov. No són casualitat les reminiscències a l’Imperi Romà, ja que Asimov va escriure la primera novel·la de la saga de Tràntor després de llegir Història de la Decadència i la Caiguda de l’Imperi Romà, de Edward Gibbon (no per casualitat, ja que Asimov ha escrit llibres divulgatius sobre Roma).

Retrat d'Isaac Asimov

Situem-nos: Des de l’any 35000 s’ha establert l’Imperi Galàctic, amb seu al centre de la Galàxia, Tràntor, com una Roma que domina el Mediterrani. Cap als voltants del 47000, han passat 12000 anys, i l’Imperi Romà en té 1200, grosso modo. L’Imperi Galàctic ha arribat al seu màxim, ha crescut tant que no pot més que decréixer: una administració centralitzada a Tràntor lenta i ineficaç, que a més és un planeta que no produeix i que només importa administració. Arriba un punt que l’exploració planetària és inexistent ja que ja no reporta beneficis, i l’Imperi es replega cada cop més en protegir la seva capital.

Alhora, baixa l’impuls científic, basat ara en estudiar “els antics”, mentre la successió imperial és cada cop és complexa i dominada per les grans famílies de la capital, les castes es tornen rígides i desapareix la responsabilitat social de la gent, tal i com va passar quan els patricis romans van abandonar les ciutats per anar als seus latifundis als camps i evitar pagar impostos. Tots aquests arguments doncs, són fàcilment identificables en qualsevol manual que expliqui la caiguda de l’Imperi Romà.

Tanmateix, l’últim gran científic, Hari Seldon, estableix als límits de l’Imperi una petita fundació dedicada a la creació d'El Llibre, que en aquest cas és la Gran Enciclopèdia Galàctica, i com una abadia espacial es dediquen a recopilar el coneixement del món conegut. L’objectiu final és que aquesta petita llavor (que jo identifico amb el cristianisme) es converteixi en una nova civilització que creï un nou i més fort Imperi Galàctic, per minimitzar l’anarquia que seguirà a la caiguda del primer.

Aquesta petita fundació s’ha d’enfrontar als regnes que s’estan creant a la perifèria de l’Imperi, ara que aquest només es preocupa de defensar el centre, massa ocupat a sufocar les rebel·lions dels militars que volen usurpar la púrpura Imperial (la púrpura era i va ser durant tot l’Imperi bizantí símbol imperial pel seu elevat cost). Aquests regnes, dirigits per militars amb noms gots com “Amselm ilustre Rodric”, són el paral·lel dels visigots i els ostrogots que van aconseguir de l’imperi carta blanca en la perifèria. I com els regnes reals, el caos inicial i el retrocés de la civilització es va acabar quan van acceptar la religió i els coneixements que els missioners tenien. En el cas de la novel·la, la religió és inventada per la fundació com un mitjà de transmetre els coneixements de l’energia atòmica però sempre mantenint-ne el control, ja que només la gent que ha estudiat a la fundació pot manejar els aparells atòmics.

Aquest control religiós funciona perfectament mentre aconsegueixen que els regnes es converteixin. La religió és introduïda conjuntament amb els productes que exporten, i finalment deixa de ser un element primordial: passem doncs, del control social de l’edat mitjana a partir de la religió i ens traslladem als segles XIV-XV quan el comerç comença a dominar-ho tot: apareixen els prínceps comerciants, que controlen realment el poder.

La Fundació domina ara una gran part de la perifèria, i només li resta enfrontar-se al que queda de l’antic Imperi Galàctic. Aquest episodi, que forma part del segon llibre “Fundació i Imperi”, deixa per uns instants la línia cronològica i ens retrotrau a un episodi concret de la història romana: els fets militars de Belisari. El jove militar de l’Imperi Galàctic, Bel Riose, descobreix la Fundació i veu el perill que suposa.

L’Imperi encara és perillós, les seves naus són velles, però enormes. Els comerciants de la Fundació tenen flexibilitat i energia, però no deixen de ser un petit món. De la mateixa manera, els gots no deixaven de ser bandes petites i bàrbares, però tenien un dinamisme que els permetia lluitar d’una forma nova, de atac i retirada ràpida.

Belisari demanant almoina, Jacques-Louis David, 1781

La lluita de Belisari triomfa, i l’Imperi de Justinià s’incrementa enormement. Bel Riose també amplia l’Imperi, però a l’igual que Belisari perd davant del seu enemic més important. Quan l’emperador Justinià i l’emperador Cleón IV moren, els seus imperis, sostinguts en poders personalistes i no en una veritable estructura, es fonen. Els bàrbars tenen el camp lliure. La Fundació avança a conquerir les restes de l’Imperi, sempre i quan la psicohistòria els ho permeti.

dijous, 11 de juny del 2009

Mc Pherson y su Ossián, los Milli Vanilli del siglo XVIII


Laura Navarro Morón

n el año 1760, el escritor y traductor escocés James McPherson haría una de las proclamas que más polémicas resultarían en el mundo de la investigación y la tradición literarias, cuando presuntamente sacó a la luz unos manuscritos que recogerían los grandes textos épicos de las Tierras Altas de Escocia, traducidos al inglés directamente del gaélico. Supuestamente, McPherson habría ejercido de mero y simple traductor de la obra que dio en ser conocida como “Ciclo Ossiánico”, publicada con el título de Fragments of Ancient Poetry Collected in the High Lands of Scotland and Translated from the Gaelic or Erse Language, que doce años más tarde se completaría con la publicación del volumen Fingal: Ancient Epic Poem in Six Books. Tal vez el fraude de McPherson podría haber sido descubierto de inmediato, antes de que medio mundo lo aclamara como bardo resucitado de la ancestral Escocia, antes de que el círculo intelectual nacionalista se frotara las manos con la epopeya aparecida, que enardecería los espíritus románticos por doquier, nutridos de la tradición, del pueblo llano, de los antepasados, de la lengua moribunda de sus abuelos. Pero fue más fácil sobreexcitarse con el descubrimiento. McPherson, entonces, ya había ahondado en todas esas fosas, había acudido directamente a estrechar manos encallecidas a las Tierras Altas, a lidiarle al sol horas de dedicación, persiguiendo a los campesinos que debían documentar su afán por encontrarla: la epopeya nacional de Escocia, recogida en su día por el bardo Osián. Y la encontró.

Retrato de James McPherson

El mundo romántico se convulsionaba ante tamaño hallazgo, la mirada al pasado daba su fruto, la grandeza de los pueblos se recuperaba, las hazañas bélicas de los grandes guerreros se dibujaban en el panorama literario para recrear la identidad nacional de un pueblo oprimido más, como había sido el escocés. Si la lengua vehicular había terminado siendo el inglés, tampoco importaba demasiado, pues se tenía constancia, en plena efervescencia romántica, del glorioso pasado de la lengua gaélica, ese idioma mágico y mitológico que les había sido arrebatado a los escoceses, los descendientes del guerrero Finn (o Fionn) Mac Cumhill y de sus hombres, los invencibles Fianna. Como señalábamos, los eruditos se regocijaban ante la perspectiva de tan valiosos manuscritos. Pues bien, ¿y cuándo habrá de poderse echar una ojeada a dichos documentos, Mr. McPherson?, ¿y dónde los encontró usted? El presunto traductor no encontraba nunca el momento de mostrar su tesoro, con el consiguiente descontento de la élite intelectual. De hecho, jamás llegó a enseñar los manuscritos que juraba poseer, y voces discordantes se alzaron para acusar a James McPherson de fraude. Fraude. Una gran palabra. Uno de los fraudes mejor urdidos, mejor elaborados y mejor presentados de la historia de la literatura. Pero, ¿podía tratarse de un verdadero fraude? Voces se alzaban ya al unísono acusando a McPherson de fraude, de engaño, de farsa. Esas voces punitivas lo perseguirían hasta su misma muerte, en 1796.

En la actualidad, se conoce la existencia de algunos manuscritos sueltos que recogen fragmentos del llamado primitivo ciclo osiánico, en oposición al ciclo ossiánico de McPherson, que responde a una temática más centrada en lo amoroso que en lo bélico. Al parecer, el estilo del escocés difiere del cariz medievalizante y pagano del texto antiguo, las predominantes tragedias amorosas toman un tono más cercano al renacentista y romántico. Es decir, que los manuscritos del ciclo osiánico existieron realmente, claro, era de suponer que McPherson no había sacado sus textos de la nada, sino que escribió su obra basándola en textos tradicionales. Era de suponer, y más tarde se confirmaría, que esos documentos existieron en algún momento de la historia. A este respecto, el doctor Ramón Sainero, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, cree que el escocés se encontraría en posesión de dichos manuscritos en aquel momento, dada la enorme similitud de ambos ciclos. Por lo visto, no parece suficiente el conocimiento que McPherson adquiriera de la literatura oral mediante su peregrinaje por las Highlands, sino que probablemente tuvo el manuscrito físico en sus manos. Sainero especula, aventurando muy mucho, que el escocés habría cambiado tanto el estilo del texto recreado que se encontraría avergonzado de mostrar al mundo la verdadera fuente de la epopeya, y de no haber sido capaz de ejercer de traductor fidedigno, habiendo aumentado o modificado en exceso el material. Pero como indicábamos se trata de meras hipótesis. La verdad del caso es que el conocimiento de James McPherson sobre el ciclo osiánico primitivo era tan amplio que parecía poco plausible que se basara sólo en testimonios orales. Sainero apunta también que si el autor hubiese sido inglés, en lugar de escocés, otro gallo hubiera cantado, aduciendo como ejemplo que se sabe que Shakespeare también tomó los argumentos de sus obras de otras composiciones, y que no por ello fue menospreciado. Sin embargo, en este punto disiento del profesor Sainero, ya que se trata de situaciones abismalmente distintas: el dramaturgo de Stratford nunca intentó vender ninguna de sus obras como manuscrito original histórico, cosa que sí que llevó a cabo McPherson, sin ánimo de moralizar ni de apuntar un dedo más contra el ya bastante difamado autor (Requiescant In Pace). Entraríamos aquí en una disyuntiva que tendría como objeto determinar hasta qué punto se considera la tradición literaria tradición o plagio. Y no es el caso. Lo que concibió McPherson fue, sin duda, un fraude en toda regla, ¿que fue un fraude maravilloso, inteligente y ambicioso? Tal vez. ¿Que fue una farsa premeditada, egocentrista y pretenciosa? Podría ser. Pero, en todo caso, no hay que dejarse llevar por la compasión o por la atribución forzada de benignidad a nuestro personaje, solamente por el hecho de haber pertenecido a un pueblo y a una lengua reprimidos, porque tal vez cometeríamos idéntico error que esos mismos románticos que leían las hazañas de Alonso Quijano con lágrimas en los ojos.



Bibliografía:

SAINERO, R., Lenguas y literaturas celtas: Origen y evolución, Aula Abierta/UNED (Madrid), 1994.
Artículo de James McPherson en Wikipedia

diumenge, 7 de juny del 2009

Breve

a desidia dominguera perjudica las pocas dotes intelectuales que quedan en la que suscribe, pero con tal de mantener esto un poco activo, aprovecho las ganas de tirar esto hacia delante para comentar un par de enlaces. Y es que con el tiempo voy acumulando lugares virtuales que merecen mucho la pena, nuevas herramientas también para los que nos dedicamos a la historia (o lo fingimos) aunque son muchos, sobre todo de la vieja escuela, los que las menosprecian. Estos que dejo hoy aquí vienen en relación con el último post publicado, de nuestro admiradísimo Ricardo.

http://www.oldbaileyonline.org/
El primero es una recopilación online de todos los juicios celebrados en Old Bailey desde 1674 a 1913. Aunque parece que el edificio original es circa 1585, el incendio de Londres de 1666 lo destruyó, así que sólo contamos con los documentos a partir de su reconstrucción. Aun así me parece fascinante poder consultar los juicios de los pequeños y grandes maleantes a lo largo de los siglos, gente anónima que se ha quedado olvidada por el camino (y muchos seguro que tampoco hace falta que sean recordados, salvo por el morbo decadente que caracteriza al ser humano). Curiosamente, el juicio de Wilde no se encuentra en sus archivos.

http://curiousexpeditions.org/
Este no es que tenga mucho que ver con el último post, salvo la época de la que se habla. Sin embargo, para mi el siglo XIX siempre ha tenido este carácter de esoterismo, aventuras y, sobre todo, de old curiosity shop. Creo que bien vale una visita.

http://www.victorianweb.org/
A pesar de su aspecto, es tremendamente completa en cuanto a información de la época victoriana. Si vais navegando encontraréis todo tipo de información al detalle. Lamentablemente, aunque hace tiempo que tengo este link guardado, no le he prestado toda la atención que debería, así que no puedo aseguraros al 100% que los contenidos esten bien contrastados, o si cojean de alguna ideología política concreta, por ejemplo. Os dejo el placer a vosotros ;)

Hasta aquí llegan los enlaces de hoy, espero que al menos a alguien le parezcan dignos de perderse en ellos un rato. Os animo encarecidamente a que compartáis todos aquellos links que creáis interesantes o curiosos, ¡hay mucho por leer todavía y es difícil conocerlo todo! Poco a poco iré también añadiéndolos a la barra lateral para poder consultarlos fácilmente, espero que acabe siendo una lista bien larga.

dijous, 4 de juny del 2009

Las reglas de Queensberry

Ricardo Triviño Sánchez

as reglas de Queensberry son las normas creadas en 1869 que rigen el boxeo moderno, exigiendo los guantes acolchados o los asaltos de tres minutos y prohibiendo los golpes en ciertas partes del cuerpo. Treinta y seis años después de su redacción, tendría lugar uno de los enfrentamientos más espectaculares de la época.

Edificio del Old Bailey

En el centenario ring de los juzgados de Old Bailey, en Londres, el creador de la normativa del boxeo actual, John Sholto Douglas, noveno Marqués de Queensberry, se enfrentaba al mordaz e irónico autor de El retrato de Dorian Gray, Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, Oscar Wilde para sus admiradores y cariñosamente Oscar para los más admiradores. El juicio causó fervor en la prensa. El 3 de abril de 1895, todos los periódicos atestaron las salas para recoger cada palabra, cada gesto, de aquel histórico duelo.

El 28 de febrero, Wilde había recibido de manos del portero del club Albemarle, al que era asiduo, una nota del Marqués. El mensaje era el recurso final de un padre que pretendía alejar a su hijo, Lord Alfred Douglas, de un artista sobre cuya persona corrían rumores que lo ligaban con los chaperos de los bajos fondos londinenses. La nota rezaba “For Oscar Wilde, posing sodomite”, una injuria no sólo ignominiosa sino, desde hacía diez años, penable legalmente. La gravedad del mensaje dependía de su interpretación, bien se leyera “posing sodomite” (ostentoso sodomita) o “posing as a sodomite” (que finge ser o tiene ademanes de sodomita), pasando de ser la crítica de una actitud inmoral a la denuncia de una conducta delictiva.

La nota de la discordia

Contra los consejos de sus amigos y abogados, Wilde llevó la causa por libelo a los tribunales. Su amigo Frank Harris le advertió que “ningún jurado de Inglaterra emitiría un veredicto en contra de un padre que intentara proteger a su hijo”. Las reglas del juego ya anunciaban un resultado final no de victoria sino de Victoria. A pesar de que Wilde ofrecería una batalla sin cuartel al púgil defensor de Queensberry, Edward Carson, ni sus ganchos de ingenio ni los aplausos y risas que arrancó del público de la sala pudieron liberarlo de los insistentes y acertados directos de su oponente. Gracias a las pruebas conseguidas por los detectives del Marqués, Carson planteaba peliagudas cuestiones sobre las relaciones del escritor con jóvenes de las calles de Londres.

Con esta ventaja, atacó el arte de Wilde para desestabilizarlo aún más, tachando El retrato de Dorian Gray de “sodomítico”, además de unos epigramas suyos publicados en un controvertido número de la revista The Chameleon y una carta enviada a Lord Douglas. El irlandés, como el abogado esperaba, salió en defensa del arte (“No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo”, prefacio de Dorian). Después de una larga resistencia al asedio de su contendiente, el artista bajó la guardia y, ante la pregunta de si había besado a un joven criado llamado Walter Grainger, se excedió en el tono de su respuesta contestando “Oh, no; jamás en la vida. Era un muchacho bastante poco agraciado”. Carson le había asestado el golpe que le haría besar la lona.

Fotografía de Sir Edward Carson

El 5 de abril, en mitad del discurso de la defensa, Wilde tiró la toalla y retractó su acusación. Sin embargo, con las pruebas aducidas, Scotland Yard actuó en consecuencia y arrestó al escritor aquella misma tarde por “cometer actos de ultraje contra la moral pública con otros varones”. Aquel combate dejó K.O. a Wilde. Exiliado en París, separado de sus hijos y su mujer, quien estuvo apoyándole hasta el último momento, agravada su salud tras los dos años de condena a trabajos forzados, murió el 30 de noviembre de 1900. ¿Qué impulsó a Wilde a aquel combate perdido de antemano? ¿Amor? ¿Orgullo? ¿Inconsciencia? ¿Valor?

Tal vez pretendiera emular a sus ídolos Flaubert y Baudelaire, y la realidad le traicionara. Menos probable es que quisiera ser un estandarte de la defensa de los derechos de los homosexuales. Lo único cierto es que batallas como la suya siguen lidiándose hoy vergonzosamente con resultados semejantes.

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Fuentes:

dilluns, 1 de juny del 2009

Recomenzando

Permitidme que empiece de una manera poco ortodoxa a hablar sobre la Historia. Y es que las versiones de ésta son como los culos, cada uno tiene uno, y además nadie huele su propia mierda. Con esto quiero decir que hay tantas opiniones de la Historia, y tantos otros blogs que hablan de una manera u otra de ella, que estoy segura de no venir a aportar nada especial. Sin embargo, este blog se retomó con una idea inicial muy concreta, la de aunar distintas voces y matices con la ayuda de colaboradores que no sólo hablasen de la Historia, si no también de literatura o antropología, por poner dos ejemplos.
Me explico mejor (o no): sobre la Historia se dice siempre que la escriben los ganadores, que nunca se cuenta la verdad, algunos se limitan a referirse a batallitas, etc. Y todo esto es verdad en parte, pues en la Historia una de las directrices es que no hay verdades absolutas. Pero siempre nos deja un margen de innovación, de reinterpretación, o simplemente de difusión. Y ahí es dónde queremos entrar nosotros, y nos sentiríamos felices con llegar a explicarle algo nuevo sólo a una persona.
Para ilustrar las diferentes opiniones sobre la Historia que se han dado a lo largo de los años, os dejo con un texto tan poco sospechoso de ser historiográfico como es Northanger Abbey de Jane Austen. Qué lo disfrutéis (y que me perdonen los no angloparlantes):

(...)“Yes, I am fond of history”


“I wish I were too. I read it a little as a duty, but it tells me nothing that does not either vex or weary me. The quarrels of popes and kings, with wars and pestilences, in every page; the men all so good for nothing, and hardly any women at all—it is very tiresome: and yet I often think it odd that it should be so dull, for a great deal of it must be invention. The speeches that are put into the heroe's mouths, their thoughts and designs—the chief of all this must be invention, and invention is what delights me in other books.”


“Historians, you think,” said Miss Tilney, “are not happy in their flights of fancy. They display imagination without raising interest. I am fond of history—and am very well contented to take the false with the true. In the principal facts they have sources of intelligence in former histories and records, which may be as much depended on, I conclude, as any thing that does not actually pass under one's own observation; and as for the little embellishments you speak of, they are embellishments, and I like them as such. If a speech be well drawn up, I read it with pleasure, by whomsoever it may be made—and probably with much greater, if the production of Mr. Hume or Mr. Robertson, than if the genuine words of Caractacus, Agricola, or Alfred the Great.”