Hoy la cosa va de recomendar. Una de las primeras cosas que aprendí en la carrera es que los tópicos y la Historia se llevan demasiado bien, pero como es evidente, dejan bastante de lado la “verdad” y a veces hasta la lógica. Esto es algo que se aplica especialmente a la Edad Media: que si es oscura, que si olía mal (si, bueno, el barrio gótico de Barcelona hoy en día tampoco huele muy bien), que si eran unos catetos obsesionados con la religión, y un larguísimo etcétera que simplemente no me apetece contar ahora. Pero por suerte hay gente que se dedica a romper mitos, a hacerlo bien.
Todos tenemos un par de ideas sobre cómo y porqué cayó el Imperio Romano. También las tiene T. Cahill, cuyo libro “De cómo los irlandeses salvaron la civilización” nos lleva desde el declive de una sociedad de gordos hedonistas, hasta el control del cristianismo de base romana por parte de un puñado de bárbaros.

Sabemos que todo empezó el día de aquel año 406 en que el Rin se heló. Súbitamente, los bárbaros tenían una via de entrada al imperio fácilmente franqueable, y así empezó la lenta invasión a la que después se culparía de la caída del imperio. No es como si nunca hubieran entrado bárbaros en territorio romano, pues muchos ya llevaban años como federados en él. O como si el momento político que vivían los romanos no llevara años haciendo aguas. Tampoco es que, una vez tomada Roma por parte de Alarico en el 410, el mundo se sumiera en las tinieblas y el caos.
Unos años antes, en el 400, en la zona occidental más alejada del antiguo imperio, un joven de “orígen” romano es secuestrado por bárbaros y llevado a cuidar ovejas a Irlanda. La soledad que implica pastorear en un sitio del que tampoco sabía el idioma hizo al joven Patricio acercarse más al Dios cristiano. Tanto que, una vez librado de su cautiverio y devuelto a tierras inglesas, decidió volver a Irlanda en el 432 a convertir a los bárbaros. De esta manera empezó un proceso de alfabetización y cristianización en la isla (no sólo llevado a cabo por Patricio, si no por sus seguidores), que incluyó la fundación de numerosos monasterios. Estos a su vez fueron creciendo en su interés por los manuscritos de todo tipo, enviando a monjes a todas partes de Europa para copiar todos los ejemplares posibles. Muchos de estos manuscritos acabarían destruidos a partir del siglo VIII por los ataques vikingos a monasterios (los irlandeses, antaño violentos, se habían pacificado y arrejuntado en comunas, eran una presa fácil), pero aún así sobrevivieron una gran cantidad de ellos.

Más adelante, cuando la Europa continental hubiera olvidado casi completamente la herencia romana sobre la que yacían, serían estos monjes quienes se encargarían de “civilizarlos” de nuevo a base de la creación de grandes monasterios como el de San Gall, y la distribución y copia de los libros que habían atesorado.
“Dondequiera que fuesen los irlandeses llevaban consigo sus libros, muchos de ellos libros que en Europa no se veían desde hacía siglos… y los llevaban atados a sus cinturas como símbolos de victoria, igual que en otro tiempo sus héroes habían llevado a sus cinturas las cabezas de sus enemigos.”
Mucho más, y mucho mejor explicado, en:
CAHILL, Thomas, De cómo los irlandeses salvaron la civilización, Ed. Verticales de bolsillo, 2007, Barcelona.